Javier Aroca habla por muchos al responder en qué lugar dejan a Feijóo los mensajes con Mazón en la DANA.
“Puede que pase a la historia como el galgo de Catarroja”.
La polémica en torno a los mensajes intercambiados entre Alberto Núñez Feijóo y Carlos Mazón el día de la DANA sigue creciendo y adquiere una dimensión política, ética e institucional que va mucho más allá de un simple cruce de WhatsApps.
Esta semana, el antropólogo y analista político Javier Aroca ha puesto palabras a una sensación que se ha instalado en buena parte de la opinión pública: la de haber sido engañados durante meses mediante un relato construido a base de medias verdades y, según sus palabras, de mentiras deliberadas.
Aroca abordó el asunto en el programa vespertino de La 1, Malas Lenguas, donde analizó con dureza el contenido y las implicaciones de los mensajes que el líder del Partido Popular remitió al Juzgado de Instrucción de Catarroja.
Un envío realizado, además, en una fecha tan simbólica como la Nochebuena, y que incluía únicamente los mensajes que Carlos Mazón envió a Feijóo, pero no las respuestas del propio presidente del PP. Un detalle que ha alimentado aún más la sospecha y la desconfianza.

Entre todos los mensajes conocidos, hay uno que ha provocado un impacto especial por su crudeza y por lo que revela sobre el conocimiento real de la tragedia.
A las 23:25 horas del 29 de octubre, Mazón escribe a Feijóo para advertirle de que “ya están apareciendo muertos en Utiel” y remata con una frase demoledora: “un puto desastre va a ser esto, presi”.
Ese mensaje desmonta, de un plumazo, una de las versiones que durante meses se sostuvo desde el entorno del Partido Popular valenciano y nacional: que no se tuvo constancia de víctimas mortales hasta bien entrada la madrugada del día siguiente.
Para Javier Aroca, este episodio no sitúa a Feijóo en un lugar nuevo. Al contrario, lo coloca exactamente donde, a su juicio, siempre se ha colocado él mismo.
Con una metáfora tan irónica como contundente, el antropólogo comparó al líder del PP con los antiguos coches Biscúter, aquellos vehículos austeros y rudimentarios que carecían de marcha atrás.
“Feijóo no tiene marcha atrás”, sentenció Aroca, sugiriendo que el dirigente popular avanza siempre hacia adelante sin rectificar, incluso cuando la realidad contradice de forma palmaria su discurso.
La pregunta que flota en el ambiente es evidente: ¿qué puede decir ahora Feijóo después de haber sostenido durante tanto tiempo que Mazón le informaba “en tiempo real” de la evolución de la catástrofe? Para Aroca, lo que ha quedado al descubierto no es solo una estrategia defensiva —algo habitual en política—, sino el uso consciente de la mentira como herramienta para proteger una gestión que califica de “absolutamente inapropiada” e incluso “indecente”.
El analista va más allá y apunta a una responsabilidad compartida entre Feijóo y Mazón en la construcción de un relato que buscaba descargar culpas hacia fuera.
Según Aroca, lo que se ha hecho es “echar el estiércol en todas las instituciones del Estado” con el objetivo de diluir la responsabilidad propia y señalar al Gobierno central como culpable de un supuesto abandono.
Un abandono que, a la luz de los mensajes conocidos, no se sostiene: en ellos se reconoce que se contaba con la UME y que se había hablado con Pedro Sánchez, Margarita Robles y Fernando Grande-Marlaska.
Este contraste entre el discurso público y las conversaciones privadas es, para muchos analistas, el núcleo del escándalo.
Durante un año, el PP ha denunciado una falta de apoyo, una ausencia de respuesta y una supuesta descoordinación del Ejecutivo central.
Sin embargo, los mensajes revelan que, al menos en aquellas horas críticas, la Generalitat Valenciana no solo estaba en contacto con el Gobierno, sino que consideraba que tenía “todo lo que necesitaba”.
Aroca también ha dirigido su crítica hacia el ecosistema mediático que durante meses dio por buenas las explicaciones de Feijóo.
Ha reclamado que aquellos tertulianos y opinadores que defendieron sin fisuras la versión del líder del PP “saquen pecho” ahora y expliquen por qué avalaron un relato que se demuestra falso.
En su opinión, no se trata solo de un error de apreciación, sino de una falta de rigor que ha contribuido a confundir a la ciudadanía en un asunto de extrema gravedad.
El trasfondo humano de la tragedia es otro de los aspectos que Aroca subraya con especial énfasis.
No se habla de un debate político abstracto, sino de una catástrofe que dejó cientos de víctimas y miles de personas afectadas.
En ese contexto, la utilización de la mentira como escudo político adquiere una dimensión moral mucho más grave.
“Hemos estado hablando de esto como si fuera un juego de estrategia, cuando lo que había eran personas muriendo”, vienen a señalar sus palabras, aunque no siempre de forma literal.
La comparecencia de Feijóo ante la justicia es otro punto que genera controversia.
El líder del PP lo hará de manera telemática, una decisión que Aroca interpreta como una forma de evitar “dar la cara”.
El contraste con las visitas públicas, los gestos institucionales y las fotografías cuidadosamente preparadas durante los días posteriores a la DANA resulta, para el antropólogo, especialmente llamativo.
Donde antes había presencia física y gestos de cercanía, ahora hay distancia y una pantalla de por medio.
Con ironía mordaz, Aroca sugiere que esa actitud puede acabar formando parte del legado simbólico de Feijóo, llegando incluso a afirmar que podría pasar a la historia como “el galgo de Catarroja”.
Una expresión que resume, en clave sarcástica, la percepción de huida y evasión que, según él, transmite el comportamiento actual del dirigente popular.
Más allá de los nombres propios, el caso plantea preguntas profundas sobre la calidad democrática y la confianza en las instituciones.
¿Qué ocurre cuando se demuestra que los relatos oficiales no se corresponden con los hechos? ¿Cómo se repara la confianza de una ciudadanía que ha asistido, durante meses, a una versión de los acontecimientos que ahora se desmorona? Para muchos expertos, el daño no se limita a un partido o a un dirigente concreto, sino que erosiona la credibilidad del sistema político en su conjunto.
La instrucción judicial en Catarroja sigue su curso y, previsiblemente, arrojará más luz sobre lo ocurrido en aquellas horas decisivas.
Cada nuevo dato, cada mensaje y cada testimonio contribuyen a recomponer un puzle que, cuanto más completo se vuelve, más incómodas verdades revela.
En ese proceso, el papel de Feijóo y de Mazón será analizado con lupa, no solo desde el punto de vista legal, sino también desde una perspectiva política y ética.
Las palabras de Javier Aroca resuenan precisamente porque conectan con un malestar social más amplio.
No se trata solo de quién mintió o cuándo, sino de por qué se consideró aceptable hacerlo y de quién asumirá las consecuencias.
En un país marcado por la polarización y la desconfianza, episodios como este refuerzan la sensación de que la verdad se sacrifica con demasiada facilidad en el altar del cálculo político.
Mientras tanto, las víctimas de la DANA y sus familias siguen esperando algo más que explicaciones técnicas o estrategias de comunicación.
Esperan verdad, responsabilidad y, sobre todo, respeto. En ese contexto, cada mensaje revelado y cada declaración pública adquieren un peso simbólico enorme.
Y es ahí donde el análisis de Aroca cobra especial relevancia: porque recuerda que, en política, no todo vale, y que la ausencia de “marcha atrás” puede acabar llevando a un callejón sin salida del que resulta muy difícil escapar.