Hace casi 90 años, en un pequeño pueblo de Durango, nació Lorenzo Hernández Martínez, un niño delgado y lleno de sueños que, sin saberlo, marcaría un antes y un después en la música regional mexicana.
Desde sus primeros años, Lorenzo mostró un talento innato para cantar, acompañándose con su voz en los campos mientras ayudaba a su padre con las cosechas.La historia de su vida no comenzó en los escenarios ni en los estudios de grabación, sino en la sencillez de la vida campesina, donde su voz empezó a resonar en los rincones más humildes de su tierra natal.
Su nombre artístico, Lorenzo de Monteclaro, surgió de manera espontánea en los años 50, durante una de sus primeras apariciones en la radio.
Un locutor, impresionado por su voz clara y potente, lo presentó diciendo: “Damas y caballeros, con ustedes, Lorenzo de Monteclaro, porque su voz es tan pura como una montaña”.
Desde ese momento, su nombre quedó grabado en la memoria de quienes lo escuchaban, y su carrera empezó a tomar forma en un escenario que parecía pequeño, pero que pronto sería gigante.
Lorenzo no ganó concursos importantes ni tuvo el apoyo de grandes disqueras en sus inicios.
Sin embargo, su perseverancia y autenticidad lo llevaron a cantar en ferias, jaripeos y bautizos, conquistando corazones con su estilo único, que mezclaba acordeón, saxofón y bajo sexto.
La pasión por su música lo llevó a mantenerse firme en sus raíces, rechazando las modas pasajeras y apostando por un sonido que reflejaba su identidad norteña.
A diferencia de muchos artistas de su época, Lorenzo se atrevió a incorporar el saxofón en la música regional mexicana, creando así un estilo propio que pronto se convirtió en símbolo del norte.
Sin disquera ni formación académica, Lorenzo construyó su carrera a base de esfuerzo, cantando lo que sentía y transmitiendo historias de amor, desamor, traición y esperanza.
La autenticidad de su voz y su capacidad para contar historias le valieron un lugar en el corazón de su público, que lo seguía en cada rincón del país y en los Estados Unidos.
Su primer disco fue grabado en una pequeña disquera fronteriza, y aunque su sencillo debut, “El Caminante”, no rompió récords, le abrió las puertas a un éxito que culminó con el lanzamiento de “El Ausente” en 1973.
La canción se convirtió en un himno para los migrantes que cruzaban la frontera, que encontraban en su voz un refugio y un consuelo en medio de la nostalgia y el desarraigo.
Desde entonces, la música de Lorenzo se convirtió en un símbolo de identidad y resistencia para toda una generación.
Durante las décadas de los 70 y 80, Lorenzo de Monteclaro alcanzó un reconocimiento que pocos podían igualar.
Sus giras internacionales lo llevaron a recorrer Estados Unidos, México y América Central, llenando salones de baile, ferias de migrantes y rodeos en Texas y California.
En cada presentación, su voz ronca y su estilo inconfundible llenaban los corazones de quienes lo escuchaban, y su sencillez lo mantenía cercano a su gente.
A pesar de su éxito, Lorenzo nunca perdió sus raíces.
Siempre vistió con su sombrero típico, botas y charro, y evitó los escándalos y las polémicas.
En entrevistas, aseguraba que “la música del pueblo se canta con los pies en la tierra”.
Y así fue: su vida estuvo marcada por la humildad y la lealtad a su tierra y su familia.
Casado con Rosa María Flores Rivera, con quien compartió más de 60 años, tuvo cinco hijos y formó una familia unida, lejos de los rumores y chismes que rodean a muchas estrellas.

En 2023, la noticia que conmovió a todos fue la pérdida de Rosa María, su esposa y compañera de toda la vida.
La noticia devastó a Lorenzo, quien durante semanas permaneció en silencio, refugiado en su rancho en Durango.
Los mensajes de apoyo y las flores llegaron de todos lados, pero él no quería hablar, solo lloraba en silencio.
En una entrevista reciente, confesó que “la siento conmigo todos los días”, y que su amor por ella sigue vivo en cada canción que canta y en cada paso que da.
Tras la muerte de Rosa María, Lorenzo se retiró temporalmente de los escenarios, pero su legado y su música permanecieron vivos.
Poco a poco, volvió a subirse al escenario, con un tono más profundo y nostálgico, interpretando sus éxitos con una carga emocional que tocaba el alma de su público.
La pérdida le enseñó que la vida continúa, y que su misión ahora era honrar la memoria de su esposa y seguir transmitiendo la tradición musical que ella tanto amaba.
A sus casi 90 años, Lorenzo de Monteclaro vive una realidad que pocos podrían imaginar.
La edad, los achaques y los problemas burocráticos han puesto obstáculos en su camino.
En 2025, un problema con su visa en Estados Unidos le impidió participar en la gira de despedida de su colega Chelo, lo que generó gran tristeza entre sus seguidores.
Aunque aclaró que el problema era administrativo y que estaba dispuesto a viajar con bastón, oxígeno y sombrero nuevo, la situación le obligó a cancelar varias presentaciones.
A pesar de ello, Lorenzo no se rinde.
Desde México, prepara una gira llamada “Si se puede tour”, que incluirá sus éxitos de siempre y colaboraciones con jóvenes talentos, como los Hermanos Villagrán y un corrido inédito junto a su hijo Ricardo.
Además, está trabajando en un nuevo álbum titulado **”Monteclaro vive”**, que busca unir lo clásico con lo moderno, y que será un homenaje a su legado y a las nuevas generaciones.
La historia de Lorenzo de Monteclaro es un ejemplo de perseverancia, humildad y amor por su tierra y su música.
Desde su humilde origen en Durango, hasta convertirse en un ícono del norte mexicano, su vida ha sido una montaña rusa de emociones, éxitos y pérdidas.
Pero su espíritu sigue vivo, y su voz aún retumba en los corazones de quienes lo admiran.
A sus casi 90 años, Lorenzo no solo vive de recuerdos, sino que sigue luchando por mantener viva su historia y su legado.
La música, que siempre fue su refugio y su pasión, ahora es también su motor para seguir adelante.
Porque, como él mismo dice, “la montaña sigue cantando”, y mientras tenga un saxofón en sus manos y un público que lo apoye, su leyenda continuará.