Luis Rubiales reaparece en televisión para defenderse con vehemencia del caso del beso a Jenni Hermoso, acusando al Gobierno —especialmente a Irene Montero— de oportunismo político y de haber utilizado el escándalo con fines partidistas.
La reaparición de Luis Rubiales en televisión ha vuelto a encender un debate que parecía haber perdido intensidad tras meses de silencio mediático.
El expresidente de la Real Federación Española de Fútbol, apartado de su cargo tras el beso a la jugadora Jennifer Hermoso durante la celebración del Mundial femenino de 2023,
concedió una entrevista en El Chiringuito que rápidamente se convirtió en uno de los contenidos más comentados en redes sociales y en el ámbito político.
Con un tono desafiante, sin mostrar indicios de arrepentimiento y decidido a “ajustar cuentas”, Rubiales atacó con dureza a varios miembros del Gobierno, especialmente a la exministra de Igualdad Irene Montero.
Desde los primeros minutos, la entrevista tomó un cariz confrontativo. Rubiales aseguró que lo vivido en los últimos meses fue “una caza política, mediática y personal”, señalando directamente al Gobierno de Pedro Sánchez como impulsor de una estrategia de desgaste.
“He sido víctima de un linchamiento perfectamente organizado”, afirmó, mirando fijamente a cámara. “Todo esto no ha sido justicia, sino oportunismo político”.
El programa recuperó durante la emisión las declaraciones públicas que distintos responsables gubernamentales realizaron en aquel momento.
En una de ellas, Pedro Sánchez calificó el gesto de “inaceptable” y pidió que Rubiales siguiera dando pasos en su responsabilidad institucional. En otra, Yolanda Díaz fue más contundente al afirmar que el exdirigente “agredió a una mujer ante millones de espectadores”.
Sin embargo, fue la frase de Irene Montero la que encendió a Rubiales: “Cualquier acto sexual no consentido es violencia sexual”, sentenció en su día la entonces ministra de Igualdad, exigiendo la destitución inmediata del presidente federativo.
Al ser confrontado con estos vídeos, Rubiales no contuvo su indignación. “Probablemente Irene Montero se aprendió el nombre de Jenni Hermoso ese día”, lanzó con un gesto áspero. “Jamás supo quién era ni la entidad del fútbol femenino.
Solo vio una oportunidad para hacer ruido”. Sus palabras, dirigidas con precisión para movilizar a sus defensores, provocaron un impacto inmediato en el plató. Los colaboradores guardaron silencio durante unos segundos antes de retomar el debate.
El exdirigente federativo insistió en que el beso “no tuvo ninguna connotación sexual” y que se trató de “un acto espontáneo, malinterpretado y aprovechado con intereses que nada tenían que ver con el deporte”.
Argumentó que su versión ha sido “sistemáticamente ignorada” y que el caso se convirtió en un “símbolo político”, no en un análisis jurídico de los hechos. “Lo que ocurrió en la final del Mundial fue un momento de euforia. Nada más. Pero decidieron convertirlo en un arma”, afirmó.
Tampoco dejó pasar la ocasión para criticar al presidente del Gobierno. “Es curioso ver al señor Sánchez pidiéndome que dé pasos”, señaló con ironía. “Un presidente que dijo literalmente que la amnistía era ilegal y luego la impulsó.
Eso sí es dar pasos… pero hacia atrás”. Con este comentario, Rubiales buscó subrayar lo que considera una falta de coherencia en la actuación del Ejecutivo y una instrumentalización de su caso “para desviar la atención de sus propios escándalos”.
La entrevista avanzó hacia un análisis más amplio sobre el papel del deporte en la política española. Rubiales comparó su gestión en la Federación con el tratamiento recibido tras el escándalo.
“Durante mi mandato logramos los mayores éxitos de la selección femenina”, recordó. “El Mundial de Australia fue histórico. Pero eso se borró de un plumazo. Nadie quiso hablar de inversión, de profesionalización, de crecimiento… solo del beso.
Fue como si todo se redujera a un instante”. De acuerdo con el exdirigente, ese contraste entre la construcción deportiva y la destrucción mediática demuestra “la fuerza de ciertos intereses”.
En varios momentos, el entrevistado trató de presentar su actuación como parte de un conflicto más profundo entre el populismo político y la gestión institucional.
Según él, “el feminismo institucionalizado” ha derivado en una lógica de “señalamientos automáticos” donde la presunción de inocencia queda relegada. “No puedes hablar, no puedes defenderte”, lamentó.
“Si dices A, eres machista; si dices B, también. Todo está diseñado para que no tengas escapatoria”. Esta visión generó debate entre los tertulianos, quienes cuestionaron algunas de sus afirmaciones, aunque sin llegar a confrontarlo de manera directa en todos los puntos.
A pesar de la tensión, Rubiales se mantuvo firme en su postura y aseguró que no solicitará perdón a quienes lo criticaron desde el ámbito institucional. “Pedir perdón es reconocer algo que no ocurrió”, afirmó con rotundidad.
“No voy a pedir perdón por un crimen que no existió”. Acto seguido, añadió que sigue dispuesto a acudir a los tribunales “las veces que haga falta” y que confía en que “la verdad terminará imponiéndose”.
La reaparición del expresidente federativo llega en un momento de especial sensibilidad para el deporte y para la política española.
El caso Hermoso continúa siendo objeto de análisis público, y la relación entre deporte, género y poder político sigue generando controversias intensas.
En este contexto, la voz de Rubiales vuelve a situarse en el centro de un escenario donde conviven el debate social, las responsabilidades institucionales y las interpretaciones jurídicas pendientes.
Mientras las repercusiones de su entrevista continúan multiplicándose, lo cierto es que la intervención de Rubiales reabre un debate que parecía congelado.
Su acusación de manipulación política, su crítica directa a la exministra Montero y sus ataques al presidente Sánchez generan una nueva secuencia de análisis que promete reavivar una polarización ya latente.
De momento, el exdirigente ha dejado clara su posición: no está dispuesto a desaparecer del foco mediático ni a aceptar el relato oficial que lo condenó públicamente.
Su regreso, cargado de reproches, tensiones y una voluntad explícita de reivindicación personal, marca un nuevo capítulo en uno de los episodios más controvertidos del deporte español reciente.