“La revelación más dolorosa: la hija de Paulina Tamayo cuenta lo que su madre le confesó antes de partir y cómo fueron las horas finales de la voz más querida del país”
Han pasado apenas cuatro días desde que Ecuador se vistió de luto por la partida de Paulina Tamayo, la eterna “Dama del Pasillo”. Las flores aún cubren su casa, las radios continúan transmitiendo su música, y las redes sociales se llenan de mensajes, recuerdos y lágrimas.
Pero entre tanto homenaje y silencio, una voz se alzó para contar lo que nadie se atrevía a decir: la de su hija, quien finalmente habló del verdadero estado de su madre, de su última conversación y de la promesa que le hizo antes de cerrar los ojos para siempre.

“Mi mamá sabía que se estaba despidiendo”
Con voz entrecortada y mirada al suelo, su hija comenzó diciendo algo que estremeció a todos los presentes en la entrevista:
“Mi mamá sabía que se estaba despidiendo. Ella lo sintió antes que nosotros. Pero lo aceptó con una serenidad que nos desarmó a todos.”
Relató que, en los días previos a su partida, Paulina pasó horas escuchando sus canciones favoritas. No quería silencio, quería música.
“Decía que la música era su respiración, su manera de seguir viva. Incluso cuando ya estaba muy débil, pedía que pusiéramos pasillos todo el día.”
Esa mezcla de ternura y fortaleza marcó los últimos días de la artista. No hubo miedo, solo una especie de paz consciente.
Un mensaje que nadie esperaba
Durante la entrevista, la hija reveló por primera vez lo que Paulina le dijo la noche antes de morir.
“Tomó mi mano y me dijo: ‘Prométeme que no dejarás que mi voz muera. No me llores con tristeza, cántame con amor.’”
Aquella frase se ha convertido desde entonces en un juramento familiar. Su hija aseguró que planea cumplirlo de una forma muy especial: lanzando al público una grabación inédita que su madre dejó lista semanas antes de su partida.
“Es una canción que nunca llegó a estrenar. La escribió para agradecerle a la vida. Quiero que el Ecuador la escuche, porque en cada verso está su alma.”
El dolor detrás del aplauso
Durante años, Paulina Tamayo fue símbolo de fuerza, de pasión y de disciplina. Pero su hija confesó que, detrás de esa imagen de perfección, había también momentos de agotamiento y soledad.
“Mi mamá amaba el escenario, pero a veces se sentía cansada de ser fuerte todo el tiempo. Decía que el público la sostenía, pero que a veces necesitaba descansar sin que nadie la viera caer.”
Estas palabras humanizan a una figura que para muchos era casi intocable. Una mujer que dio su vida por el arte, pero que también pagó el precio de la exigencia y del amor incondicional por su público.
Una madre, más allá de la artista
Entre los recuerdos más íntimos, su hija relató cómo era Paulina lejos de las cámaras.
“Era la mujer más dulce, pero también la más firme. Cocinaba cantando, regañaba con cariño y abrazaba con fuerza. Su casa siempre olía a flores y café.”
Y añadió una anécdota que hizo llorar a los presentes:
“El día antes de partir, me pidió que le llevara un vestido azul. Dijo que quería irse vestida con el color del cielo.”
Esa imagen quedó grabada para siempre en la memoria de su familia.

Los últimos instantes
El relato de los momentos finales fue conmovedor.
“Esa mañana estaba muy tranquila. Me pidió que le pusiera su canción ‘Rebeldía’. Cuando empezó a sonar, me miró, sonrió y me dijo: ‘Ya puedo descansar’.”
Fueron sus últimas palabras conscientes. Un adiós dulce, sin dramatismo, lleno de amor.
“No hubo miedo. Solo gratitud. Murió como vivió: cantando.”
La promesa que unió a toda una nación
Tras su partida, su hija reunió al equipo musical de Paulina y anunció que cumpliría su deseo: mantener viva su voz.
Ya están trabajando en un proyecto que incluirá sus grabaciones inéditas, una reedición de sus grandes éxitos y un documental sobre su vida.
“Este es mi regalo para ella. No quiero que el Ecuador la recuerde con tristeza, sino con orgullo.”
Las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo. Miles de fanáticos agradecieron la valentía de su hija por compartir la verdad con tanto amor y respeto.
“Tu mamá vive en cada nota”, escribió un seguidor.
“Gracias por recordarnos que la grandeza también puede ser humilde.”
El legado eterno de una voz inolvidable
Paulina Tamayo no fue solo una intérprete del pasillo; fue su embajadora más grande. Su arte llevó la identidad ecuatoriana a escenarios internacionales, conquistando públicos que quizás no entendían el idioma, pero sí la emoción de su voz.
Su hija, con lágrimas y orgullo, lo resume así:
“Mi mamá no necesitaba micrófono para emocionar. Bastaba una mirada, una sonrisa y esa manera de cantar que te tocaba el alma.”
Hoy, el Ecuador entero sigue de luto, pero también agradecido. Porque pocas veces un país tiene el privilegio de despedir a una artista que se convierte en símbolo de su identidad.
Un adiós lleno de amor
En su última entrevista, meses antes de su partida, Paulina había dicho una frase que hoy resuena más fuerte que nunca:
“No temo al final. Temo a que olviden por qué canté.”
Y su hija, con la voz quebrada, respondió a esa frase con una promesa que emocionó al país:
“Nunca te olvidaremos, mamá. Porque cada vez que suene un pasillo, será tu corazón el que siga cantando.”