El ministro Ángel Víctor Torres queda en el ojo del huracán tras ser desmentido por el periodista Jorge Calabrés, quien asegura tener pruebas de sus conversaciones con Koldo García.
La tormenta política que sacude al Gobierno de Pedro Sánchez se ha intensificado tras un nuevo golpe mediático: el periodista Jorge Calabrés ha dejado al ministro Ángel Víctor Torres en una situación insostenible.
Lo que comenzó como una simple declaración de inocencia ha terminado por convertirse en un terremoto político que amenaza con arrasar su carrera.
Todo estalló cuando Torres, visiblemente molesto, negó ante los medios cualquier relación con la trama Koldo. Sin embargo, apenas unas horas después, la realidad le pasó por encima.
“Ángel Víctor Torres: ‘No hay mensajes sobre una refinería en Canarias’. Sí los hay, señor ministro. Sí los hay. Calma, esto no ha acabado”, escribió Calabrés en su cuenta de X, en un mensaje tan breve como demoledor.
La afirmación fue suficiente para poner en duda toda la defensa del ministro y desatar una ola de indignación en las redes.
El propio Torres había intentado horas antes cerrar el tema con contundencia: “En ninguna de sus páginas hay comisiones que yo haya solicitado, ni nadie del Gobierno de Canarias.
No hay mordidas, no hay pisos en Atocha, no hay mujeres explotadas sexualmente, no hay refinería en Canarias…”. Su tono firme buscaba transmitir seguridad, pero el desmentido del periodista no tardó en convertir esa seguridad en un boomerang.

El golpe de gracia llegó con la publicación de un audio revelado por *El Español*, en el que el ministro conversa directamente con Koldo García, uno de los principales implicados en la trama.
En la grabación se escucha a Torres decir: “Estoy haciendo todo lo posible para que cobren, pero hay problemas si no se hacen las comprobaciones necesarias”.
Esa frase, aunque aparentemente inocua, basta para confirmar la existencia de contacto directo entre ambos, algo que el propio ministro había negado rotundamente.
El escándalo no tardó en propagarse. En cuestión de minutos, las redes sociales se llenaron de mensajes pidiendo su dimisión inmediata.
“Si el periodista asegura tener pruebas y el audio existe, el ministro debería dar la cara y marcharse”, comentaban numerosos usuarios en X. El silencio de Torres desde entonces no ha hecho más que aumentar las sospechas.
El desmentido público de Calabrés no solo contradice al ministro, sino que también pone en entredicho la credibilidad de todo el Gobierno.
Hasta hace pocos días, el Ejecutivo había cerrado filas en torno a Torres, presentándolo como una víctima de ataques mediáticos. Sin embargo, las nuevas pruebas apuntan a algo mucho más serio.
Según fuentes cercanas a la investigación, las conversaciones entre Torres y Koldo no serían aisladas, sino parte de una serie de intercambios vinculados a gestiones sobre contratos durante la pandemia.
La reacción de Torres fue inmediata pero torpe. En un intento por calmar la situación, anunció una demanda contra Víctor de Aldama, considerado uno de los cabecillas del caso Koldo.
Sin embargo, esa estrategia ha resultado contraproducente: en lugar de desviar la atención, la ha multiplicado. El público percibe sus gestos como maniobras de distracción y no como una defensa genuina.
“Yo soy víctima de un ataque difamatorio”, insistió Torres en su última comparecencia, aunque sus palabras ya no tuvieron el mismo peso. El tono desafiante de los primeros días ha dado paso a un silencio calculado, una especie de retirada táctica en medio de la presión mediática.
Mientras tanto, la oposición ha olido sangre. Algunos diputados ya exigen que el ministro comparezca urgentemente en el Congreso para explicar su papel en la trama y aclarar si mintió públicamente.
La figura del periodista Jorge Calabrés ha ganado protagonismo en todo este episodio. Con su mensaje, no solo contradijo a un ministro, sino que lo hizo en un momento clave, cuando la opinión pública empezaba a dar por cerrado el caso.
“Yo puedo dar fe de que existen esas conversaciones con Koldo”, añadió después en declaraciones informales. Su tono sereno contrastó con el nerviosismo que se percibe en el entorno del ministro.
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La situación ha puesto en evidencia una de las mayores debilidades del Gobierno actual: la gestión de la transparencia. Los intentos por controlar el relato se han visto superados por la velocidad de la información y la fuerza de los hechos.
El escándalo del caso Koldo, que parecía circunscrito a un grupo reducido de intermediarios, amenaza ahora con extenderse hasta las más altas esferas.
En los pasillos del Congreso, la tensión es palpable. Algunos ministros evitan pronunciarse sobre el tema, mientras que otros intentan desmarcarse con declaraciones ambiguas.
Pero la realidad es tozuda: las pruebas existen, y si se confirman, el futuro político de Ángel Víctor Torres pende de un hilo.
Lo más preocupante para el Ejecutivo no es solo la posible implicación de Torres, sino el daño a la credibilidad institucional.
Cada nueva revelación mina la confianza del ciudadano en un Gobierno que prometió regeneración y transparencia. Las encuestas internas, según fuentes políticas, ya reflejan un desgaste acelerado.
En el entorno de Torres, la consigna es resistir. Creen que el tiempo y la confusión mediática podrían enfriar el escándalo. Sin embargo, la estrategia parece destinada al fracaso si el periodista cumple su promesa de revelar más pruebas.
“Calma, esto no ha acabado”, advirtió. Y sus palabras suenan más a amenaza que a simple advertencia.
El caso Koldo se ha convertido en una herida abierta para el Gobierno de Sánchez. Lo que comenzó como una investigación sobre contratos de mascarillas ha terminado destapando una red de favores, contactos y silencios incómodos.
Torres, que en su día fue considerado uno de los rostros más sólidos del gabinete, enfrenta ahora su hora más oscura.
La pregunta que todos se hacen es simple: ¿mintió el ministro? De momento, los hechos hablan por sí solos.
Y si las grabaciones y los mensajes que Calabrés asegura tener salen a la luz, la respuesta será innegable. En política, pocas cosas son más letales que una mentira documentada.
Ángel Víctor Torres, por ahora, guarda silencio. Pero el silencio, en medio de un escándalo de esta magnitud, suena a confesión. Y cuando el ruido de la verdad comienza a imponerse, ni el cargo más alto ni el discurso más ensayado pueden detener la caída.